Me levanté un sábado con apenas un resfrío. Trabajé, volví a casa, fui a un recital que estuvo de pelos (ganas muchas tenía de ver a Placebo ya que las dos primeras veces no había podido hacerlo), salté, sudé, esperé un colectivo en el medio de la noche y salí con amigos. Y el domingo amanecí con un resfrío un poco más fuerte. Y cada día más fuerte hasta el viernes siguiente, cuando ya se había tornado bastannnnte molesto. Sentirse afiebrada sin llegar siquiera los 37º es bastante molesto. Y un desperdicio de malestar, claro.
Tomó tres consultas a tres médicos distintos de guardia (en una clínica que me corresponde por la obra social las dos primeras veces, y en el hospital de shan ishidro luego), para que finalmente alguien se dignara a hacerme una placa de tórax, recetarme antibióticos, mandarme a la cama, y admitir que no era un simple catarro de estación. Neumonitis it is –was.
Días tosiendo. Eternos días tosiendo. Durmiendo casi sentada (o intentándolo al menos). Y secretando cantidades industriales de fluidos de apariencia amarga (causada quizás esa apariencia por la gran cantidad de drogas inútiles que me recetaron).
Oppiamente estuve faltando a la facultad, al curso en el San Martín, y estuve dos semanas sin trabajar. Lindas vacaciones, salvo por casi no poder respirar, y por cansarme con sólo caminar de la silla al baño. Entonces, tres clases perdidas en la facultad, junto con el hecho de que no tenía una idea muy clara de lo que quería hacer en el primer trabajo práctico del año, dieron por resultado un desaprobado (otro más para la colección). Si hubiese tenido más correcciones las cosas hubieran sido distintas.
En realidad las cosas hubieran sido iguales (casi segura estoy), pero me gusta pensar que es culpa de haber estado casi en arresto domiciliario. O que es culpa de los docentes. O culpa de quien hizo grupo conmigo. O culpa de mi perra que se comió la tarea y de mi abuelita que se murió.
Pero, let’s be honest, el problema siempre fui yo. Soy yo. El común denominador en todos los casos. Y ya estoy cansada. Quiero terminar, y recibirme, y vivir de esto, pero suena a una absoluta negación de la realidad. Soy lo suficientemente mediocre como para no avanzar ni retroceder. Quedarme estancada en el medio. Intentar pero sin éxito. Y no aceptarlo. Y no renunciar.
Fácil sería abandonar teniendo algún plan b (con enormes anhelos de satisfacción), o algún back up laboral, o algo así. Pero lo mejor de todo es que aún sabiendo que quizás (sigue la negación: nada de quizás, es oppio que no) no sirvo para el diseño, no hay ninguna otra cosa para la que sirva. Me gusta la fotografía, pero mediocres son las fotos que hago. Me gusta dibujar, pero todo lo que hago se ve por la mitad, sin terminar. Me gusta escribir pero no tengo sobre eso mayores estudios que los que me dieron en el colegio, así que seguramente sea todo medio defectuoso. Además, no puedo si quiera crear una historia original y atrapante, sino solo volcar palabras como si se tratase de un diario íntimo infantil. Me gusta mirar tele y dormir, pero dudo que pueda vivir de eso.
Fuck! Necesito algo que presida mi vida, y que tenga sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario