sábado, 22 de febrero de 2014

Horario de cierre

(Texto escrito para la materia Análisis Literario y Redacción, cátedra Stengele, en la carrera de Diseño Gráfico, FADU, UBA)

Desde hace algunos años presto particular atención a ese momento del día en el que los negocios de las zonas comerciales concluyen su jornada y bajan las persianas. Quizás tiene que ver con el hecho de haber trabajado en comercio y que, aunque teníamos horario fijo, siempre tenía que mirar la actividad de la calle para decidir si adelantaba o atrasaba unos minutos el horario de cierre. 

En el barrio de Belgrano se da una situación particular, ya que cuenta con múltiples bares, pizzerías, locales de venta de indumentaria y artículos de moda, zapaterías, bazares e incluso hasta manteros que venden artesanías o chucherías sobre Avenida Cabildo. Es una avenida muy transitada pero es tan amplia la variedad de vidrieras para ver, que da gusto recorrerla. Al caer el sol, llega el horario de cierre y el ambiente cambia completamente. 


 El paso de la gente se entorpece porque las veredas se llenan de bolsas de basura y cajas de cartón apiladas, en forma desprolija, que esperan convertirse en el tesoro de alguien. En un local una vendedora se para en la entrada y forma una barrera para que nadie más entre mientras la cortina baja. Un guardia de seguridad cierra con llave la puerta de vidrio de una famosa casa de indumentaria femenina, que se mantiene iluminada y repleta de señoras que siguen probándose ropa. En un pequeño negocio de accesorios de moda una mujer se apresura a entrar antes de que la persiana baje del todo y la deje afuera; y se excusa, ante los vendedores de gesto cansado, diciendo que está desesperada porque olvidó comprar un regalo de cumpleaños. Un grupo muy animado de chicas entra a una zapatería –el único comercio de la cuadra que aún sigue abierto–, miran algunos modelos, hablan entre ellas y se van sin saludar en el momento en que, refiriéndose a las sonoras adolescentes, una de las vendedoras le murmura a otra “No tienen nada mejor que hacer”. 


Luego de un rato, cesa todo ese movimiento desordenado de cortinas metálicas y personas ansiosas. Aunque caminar por la vereda es menos trabajoso –porque hay menos gente–, lo cierto es que las luces apagadas de las vidrieras y la basura sobre la vereda dan un aspecto (apenas) lúgubre al barrio. El horario de cierre es, desde mi punto de vista, un espacio de tiempo que en sólo unos minutos divide el día en dos, de una forma mucho más interesante que el horario de apertura.



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