lunes, 13 de septiembre de 2010

fucking loop

Y van…miles ya!
Entre que salgo de una para entrar en otra, y que soy un tanto… melodramática, éste blog en breve comenzará a llamarse “diario de una loser”. Paso a iluminar.

Jueves por la noche planeé irme a dormir tempranito, para despertarme el viernes temprano e ir al centro a comprar rollitos para la cámara. Entonces, viernes por la mañana, después de un intento inútil por auto-levantarme temprano, mi madre me despertó al ritmo de:
nena, no ibas a comprar eso hoy?
no…mesientomal.
Creo que hasta lo dije con carita de dospuntosabroparéntesis y todo.
Me levanté −tarde− y me dolía un poco la garganta. Después de la neumonitis de éste año, y a una semana de mi taaaan esperado viaje, una enfermedad es lo último que quiero. Entonces el terror hizo que mi madre me haya obligado a tomar una aspirina instantáneamente, mientras tomaba mi té del desayuno. Por cierto, la aspirina es un mito.

Entonces pasaron un par de horas, y fui a trabajar por hora al estudio. Esperé el colectivo bajo el sol primaveral medio adelantado y pesado, llegué y me puse en mis tareas. Y cada minuto que pasaba me sentía peor. A las cuatro de la tarde ya sentía que el brillo del monitor, que jamás me había molestado, me estaba disolviendo los ojos. La garganta me dolía mucho más que a la mañana. Estaba mareada, y seguramente afiebrada. Del calor veraniego que sentía cuando llegué no quedaba nada, y estaba muriéndome de frío. Nosecuántas miles de horas después, cuando recién habían pasado veinte minutos de las cuatro, decidí que a las cinco me iba si no se me aliviaba algo.
Oppiamente a las cinco me fui, tapándome como pude con mi lindo blazer negro −que es de lo más abierto que existe−, porque estaba el cielo cubierto todo de nubes de lluvia, y no había ningún sol primaveral medio adelantado y pesado para sacarme el frío. Me subí al colectivo, cuando tuve asiento libre cerca me senté y cerré los ojos, a ver si se me pasaba, just in case. Y nada de dejar el asiento a embarazadas, personas mayores o niños; que se caguen, me sentía mal, y seguro hasta tenía fiebre; y si alguno me jodía le tosía encima.
Se largó a llover. Mi madre adorada fue a buscarme a la parada del colectivo.
qué te pasa?!
tengo fiebre, creo.
Entonces hace el gran gesto gran de madre, de poner en seguida la mano en la frente de la pobre criaturita que se siente mal para comprobar si tiene o no tiene fiebre. Porque una madre sabe qué tan tibia debe estar la frente de un hijo.
un poquito, puede ser.

Y fuimos a casa. Puse el agua para prepararme un té que no terminé de preparar y tuvo que hacerlo mi madre. Puse el termómetro a trabajar. Empecé a tomar ese té que nunca terminé de preparar, y nunca terminé de tomar, porque la garganta dolía demasiado, y miré el termómetro pasados los necesarios cinco o diez minutos. Pero como el monitor había disuelto mis ojos, tuvo que fijarse mi madre, porque yo ya no veía nada. Casi cuarenta grados de temperatura. Celsius, claro; si hubieran sido Fahrenheit, el problema era aún peor. Le dije a madre que mire mi garganta.
puuutamadre. Tenés todo lleno de placas!
Eso fue lo que respondió. La curiosidad usualmente me gana, así que fui frente al espejo del baño con la linterna y abría la boca al ritmo de un ahhh adolorido.
Jamás había tenido anginas, ni placas hasta éste viernes. Sólo una plaquita blanquita chiquita me salió éste año, meses atrás, y se fue sola a los tres días, sólo haciendo buches con bicarbonato, sin necesidad de pastas irritantes.
Las del viernes no eran nada como eso.

Hay algunas películas de ciencia ficción en las que aparecen seres de otros mundos o dimensiones. En algunos de esos mundos o dimensiones, algunos de los seres se reproducen gracias a algún ser-reina, como una abeja reina. Quizás hay algún ser reina de esas con alguna parte del cuerpo, como el abdomen, desarrollada en forma desproporcionada, gigante, hinchada, roja, gelatinosa y que pareciera tener vida propia. Cubierta por una cantidad incontable de cositas blancoamarillas que bien podrían ser huevos que se filtran por su piel. Y toda esa masa horripilante de rojo y blanco gelatinoso se mueve, como latiendo, respirando. Y no estoy delirando, todo eso existe en mi garganta.

Todo eso al ritmo de un ahhh adolorido que le dio tiempo a mi madre a revolear otra aspirina en dirección a mi boca y obligarme a tragarla.

La aspirina es un mito, lo sostengo.
Estuve todo el resto del viernes y toda la noche con fiebre, con todo el mareo y el dolor de cabeza que eso trajo.

Eso sí, más allá del malestar y el cansancio por no dormir casi nada, los sueños febriles suelen ser algo bastante interesante. Además de los clásicos sueños con arañas −que en éste caso fueron las arañas gigantes quienes ponían cosas que tejían en las carnes inflamadas en la garganta de una juanita duplicada en el espacio−, soñé que cada movimiento que hacía mientras dormía era una especie de planilla o formulario con un itinerario específico y riguroso a seguir sobre… no sé, algo. Pero como estaba lleno de planillas el sueño, asumo que dormí poco y nada.

El sábado a la mañana logré que bajaran mis Celsius con paracetamol, me dí una ducha sentada, porque todo el blanco liso de la bañera me daba vértigo, y fui al hospital.
Atención en el día. Antibióticos, again, con todo lo que eso implica a mis pobrecitos intestinos.
Amoxicilina con ácido clavulánico, paracetamol y mis mejores complementos para los antibióticos: los lactobacilos acidófilos bacteriófagos.

Un eterno loop de reacciones adversas.
Siempre tengo que volver a los antibióticos y sus reacciones adversas. Estaban taaaan bien mis intestinos en el último tiempo… pero there’s no other way.

Y de paso me mandó la dotora a que vea a alguien en odontología. Se debe haber impresionado un poco cuando me hizo abrir la boca y vio todas las líneas y curvas blancas que me recorrían la lengua. Dijo que probablemente era un hongo que se aprovechó de mis defensas momentáneamente bajas. Yo creo que era solamente saliva seca pegada en la lengua porque andaba por la vida como zombie: tambaleante y con la quijada caída.

Pero bueno, recién estoy con dos días de antibióticos y me siento menos deforme, así que cuando complete los siete días de pastas estaré con mi bella garganta como nueva. Justo a tiempo para mi viajecito
Y si no, viajaré con la garganta llena de rojo y blanco gelatinoso, y al madrileño de migraciones que me joda, le toso encima.