domingo, 17 de julio de 2011

Madame Bovary . 2

(fragmento)
de Gustave Flaubert



(...)

Entonces, por cobardía, por tontería, por aquel incalificable sentimiento que nos arrastra a llevar a cabo las acciones que nos son más antipáticas, el joven se dejó conducir por Homais al café de Bridou; y hallaron a éste en su pequeño patio, vigilando a tres camareros que jadeaban dando vueltas a la gran rueda de una máquina para hacer agua de Seltz. Homais dioles consejos; abrazó a Bridoux; tomaron elixir estomacal. Veinte veces León quiso irse, pero el otro le retenía por el brazo diciéndole:

-¡En seguida nos vamos! Iremos al fanal de Rouen, a ver a aquellos señores. Le presentaré a Thomassin.

Sin embargo, se desembarazó de él y echó a correr para llegar al hotel de un salto. Emma ya no estaba allí.

Acababa de marcharse, exasperada. Ahora ella le detestaba. Aquella falta a la cita le parecía un ultraje, y aún buscaba otras razones para desligarse de él: era incapaz de heroísmo, débil, trivial, más blando que una mujer, y además avaro y pusilánime.

Luego, calmándose, acabó por descubrir que sin duda lo había calumniado. Pero la denigración de las personas a quienes amamos siempre nos aparta algo de ellas. No hay que tocar los ídolos: su dorado se queda en las manos.

(...) 






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martes, 5 de julio de 2011

primeras veces . 1

Desde hace unos días estoy pensando en las primeras veces.

Comencé a recordar ciertas cosas que fueron sucediendo, como una especie de repaso mental de lo que fueron mis últimos años, y noté que algunas de las cosas que recordaba con mayor facilidad, o que más me habían quedado grabadas -aunque el recuerdo fuera algo borroso- eran las primeras veces que hacía o sentía algo.

Algunos de esos sucesos pueden parecer alguna tontería, pero terminan definiendo cosas muy importantes en el resto de tu vida. 

Por ejemplo, por tonto que suene, recuerdo la primera vez que escuché Aerosmith.

Tenía once años. Era 1994 y Cryin’, Crazy y Amazing sonaban en casi todas las radios, aunque yo nunca los había escuchado. Mi mejor amiga en esa época vivía al lado de mi casa y pasábamos mucho tiempo juntas. Vino a casa un día después del colegio, y trajo un cd que le había sacado a una de sus primas para escucharlo. Era Get a Grip. Bastante recordable es la portada, con un plano detalle de la teta de una vaca, con un piercing de dudosa autenticidad, y una marca con el logo de la banda, con una aún más dudosa autenticidad.
Tenía once años y estábamos a mediados de los noventas, cualquier cosa distinta de las muñecas Barbies, Jugate Conmigo, el colegio, y los hits de ¡Luís Miguel! causaba algún impacto en mí.
Entonces lo puse y apreté play (just push play). El comienzo era una cosa bastante extraña: ruidos medio selváticos, mezclados con una voz medio ronca, a veces grave, a veces aguda y gritona, que decía que nos comamos a los ricos y terminaba el tema con un eructo. Eran re rebeldes.
Fue uno de esos momentos de película independiente, estático para el espectador, mientras explota apenas por dentro el protagonista, con la emoción de descubrir algo distinto que te encanta.
No podía dejar de escucharlo, así que pataleé y rompí las bolas a mis padres para que me compren el cassette (todavía existían) de Get a Grip. Todo el tiempo escuchando eso estaba. Al poco tiempo pusieron VCC en casa (VCC fue después Multicanal, que es ahora Cablevisión; ¡cuántas cosas fueron cambiando!), y descubrí Mtv, que en ése momento era un canal que hacía honor al significado de su nombre, y pasaba videos sin cesar durante todo el día. Gracias a que miraba Mtv todo el tiempo esperando que pasen los videos de Aerosmith, fui descubriendo nuevas músicas: Nirvana, Guns n’ Roses que ya ni existían creo, Alanis Morissette, AC/DC, Soundgarden, Red Hot Chili Peppers, y todo un cantidad enorme de bandas e intérpretes de los noventas.
Es curioso, cómo algo tan simple como escuchar una cancioncita nueva terminó definiendo mis gustos musicales para el resto de mi vida; gustos musicales gracias a los cuales fui conectándome con algunas personas, y que a veces fueron el punto de partida de relaciones interesantes. Ese suceso me hizo también crecer con una actitud curiosa en cuanto a nuevas músicas y sonidos… que no siempre terminan gustándome, pero me agrada la idea de ir descubriendo cosas nuevas, e ir decidiendo con qué me quedo y con qué no.

sábado, 7 de mayo de 2011

palabras que debería usar más seguido . 10

24 . vehemente

Madame Bovary

(fragmento)
de Gustave Flaubert


(...)

Su marido, mientras comían, hallóle buena cara; pero ella tenía una expresión como de ausencia cuando le preguntó por el paseo; permaneció sin responder, con el codo al borde de su plato, entre las dos velas que ardían.

-¡Emma! –dijo él.

-¿Qué?

-¡Bueno! Esta tarde pasé por casa del señor Alexandre; tiene una vieja potranca, todavía bastante buena, sólo que algo derrengada en las rodillas, y que nos venderían, estoy seguro, por un centenar de escudos…

Añadió:

-Hasta, como creí que sería de tu gusto, me la he quedado… la compré… ¿He hecho bien? Dímelo, pues.

Emma volvió la cabeza asintiendo; luego, un cuarto de hora después:

-¿Sales esta noche? –preguntó.

-Sí. ¿Por qué?

-¡Oh! Por nada, querido.

Y, en cuanto se vio libre de Charles, subió a encerrarse en su cuarto.

Al principio, sintió como aturdimiento; veía los árboles, los caminos, los fosos, a Rodolphe, y sentía aún el apretar de sus brazos, mientras el follaje se estremecía y los juncos silbaban.

Pero, viéndose en el espejo, se asombró de su cara. Nunca había tenido los ojos tan grandes, tan negros ni de semejante hondura. Algo sutil esparcido sobre su persona la transfiguraba.

Se repetía: “¡Tengo un amante! ¡Tengo un amante!”, deleitándose con esta idea como con la de otra pubertad que le hubiera sobrevenido. Iba, pues, a conocer aquellos goces del amor, aquella fiebre de la dicha de la que había desesperado. Entraba en algo maravilloso, donde todo sería pasión, éxtasis, delirio; una inmensidad azulada la rodeaba, las cumbres del sentimiento centelleaban bajo su pensamiento, la existencia ordinaria sólo aparecía a lo lejos y abajo, en la sombra, entre los intervalos de aquellas alturas.

Se acordó entonces de las heroínas de los libros que leyera, y la legión lírica de aquellas mujeres adúlteras se puso a cantar en su memoria con voces paternales que la hechizaban. Ella misma tornábase como parte verdadera de aquellas imaginaciones y realizaba el largo ensueño de su juventud, al considerarse perteneciente a aquel tipo de enamorada que tanto había envidiado. Por lo demás, experimentaba una satisfacción de venganza. ¿No había sufrido bastante? Pero ahora triunfaba, y el amor, tanto tiempo contenido, brotaba por entero con hervores alborozados. Lo saboreaba sin remordimiento, sin inquietud, sin enturbiamiento alguno.

(...)
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