domingo, 29 de agosto de 2010

ch ch ch changes

***i still don’t know what i was waiting for

Meses de cambio indeed.
Me hice un poco de caso en algunos ítems de mi listita de deberes; deberes que estaba atrasando un poco. Bastante. Demasiado.
No sé qué estaba esperando para hacer algunas de éstas cosas.

Primero que nada, viajaré. Finalmente.
En el verano no sabía bien qué hacer con mis vacaciones; dónde ir, con quién, cuándo, cuánto… y todo parecía indicar que estaría tres semanas tirada en el piso del living (que es lo más fresco de mi casa), hasta que padre y madre me dijeron: “¿y si te guardás las vacaciones y te vas más adelante a Italia a ver a tu tía?”
Y entonces fue así que empezó todo. Averiguar precios de pasajes. Fiaca de un par de meses. Tramitar el pasaporte. De nuevo averiguar precios de pasajes. Alterarse por lo caros que eran, y porque no había fecha para cuando quería y que ésta aerolínea sí y la otra no. Juntar plata (jamás en la vida pude ahorrar tanto como lo hice éste año).
Y entonces sucedió. Compramos el pasaje. Aunque cabe aclarar que lo de “compramos” es relativo, ya que si bien era para mí, fue regalo de mi padre.
El veinte de septiembre parto a Italia, y me llevo el invierno conmigo (ay, cuánta poesía tengo encima).
Tengo miedito, pero nomimporta.
Finaaaalmente hago un viaje copado, después de pasar tanto tiempo ansiándolo y viendo cómo todos hacían algo en sus vacaciones y yo me quedaba en casa viendo películas (indeed, soy una loser).

Para juntar platita para el viaje me vino bien muy bien el estar yendo al estudio de diseño algunos días, ofreciendo mis servicios por hora a cambio de algún dinerillo. Además, me sirvió para involucrarme un poco en el ámbito del diseño de una manera ya no académica, sino laboral. Aunque sea sólo un poco. Muy poco. Poquito.

Entonces ya tenemos dos cosas: el trabajo por hora en diseño, y el viaje.

Y claro, como un viaje así no lo hacés tantas veces en tu vida, porque sale un poco carito (a menos que seas de esas personas que cuenta con mucha manteca y gusta de revolearla hacia las alturas, entonces podés hacerlo cuantas veces quieras), ya sea por dos semanas o por tres meses, decidí no ir las dos semanas de vacaciones que me quedaban, sino ir un mes entero. O dos. O los tres.
Y para ir un mes entero (o dos, o los tres) tenía que adelantar muchas vacaciones venideras o renunciar. Y entonces renuncié.
Renuncié a la bombachería.
Después de siete (cobardes) años en los que mi vida se estancó, renuncié. Hasta puedo asegurar que empecé a tartamudear ahí adentro. Mi elocuencia al hablar desapareció. Y empecé a omitir la letra “s” al final de muchas palabras, no por elección, sino por contagio.
Me cansé. Siete años son suficiente. Planeaba irme hace meses pero, como siempre, por una cosa u otra me seguía quedando, el viaje fue solo la excusa y el termo-bomba la gota que derramó el vaso (sólo para entendidos ese comentario fue).
Muchos (casi todos) estaban muy contentos por mí. “¡Al fin!” y “¡Ya era hora!” fueron las expresiones que más escuché. Muy evidente era que no estaba a gusto ya, y que no iba a llegar a mucho estancada en esa posición.
Éste fue el cambio más significativo.

Y entonces estamos con que viajo a al viejo continente, ofrezco mis servicios por hora en un estudio, y bye bye bombachería.

Lo que queda es sólo el comentario del oftalmólogo, que dijo que mi cristalino está opaco, y que tengo que ir controlándolo, porque puedo estar desarrollando cataratas. Cataratas tienen los viejos! O quienes estuvieron muy enfermos! Maldición.
Y yo que fui porque creí que tenía que cambiarme el aumento de los lentes y que por eso no veía. Pero, esperar y volver a fin de año debo para revisar qué tan estables o inestables mis bellos ojitos están.

Y entonces quedamos en que viajo a Italia, en que me voy por hora a un estudio de diseño, en que me desvinculé laboralmente de la bombachería, y en que tengo los ojos de cartón.

Eso sí, desempleada y todo, el Standard Bank me creyó alguien con una buena línea de crédito, y me mandó por correo una visa con un montooooon de platita. Seis veces lo que ganaba en la bombachería (que por cierto, era acorde a la cantidad de horas que trabajaba; o sea, poco).
Le envían una tarjeta de crédito a una persona sin trabajo y sin propiedades. Qué bien!

Soy una blind and unemployed little traveller… pero con una buena línea de crédito.

***Como es debido, ahora viene la banda de sonido acorde al post:



1 comentario:

nani dijo...

Geniaaaaaaaaaaaaaaaa
Te quiero mucho
mucho
sabelo